Ripley en peligro by Patricia Highsmith

Ripley en peligro by Patricia Highsmith

autor:Patricia Highsmith [Highsmith, Patricia]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1990-12-31T16:00:00+00:00


13

Después de una espera de varios minutos, cogió un taxi, le pidió al conductor que se dirigiese hacia el Covent Garden, y le dio la dirección de Ed. En su reloj eran las siete y veintidós. Sus ojos saltaban del cartel de una tienda a un tejado, de una paloma a un perro dachshund que cruzaba King’s Road con correa. El conductor tuvo que girar y dirigirse en la dirección contraria. Tom pensó que si le hubiera preguntado a Cynthia si mantenía contacto regular con Pritchard, ella con su sonrisa felina le habría replicado: «Claro que no. ¿Para qué?» Y ello hubiera significado que un tipo como Pritchard se mantendría con su propia inercia, sin más munición —aunque ella le había dado ya bastante—, simplemente porque había decidido odiar a Tom Ripley.

Al llegar al apartamento, Tom se alegró de encontrar allí a Jeff Constant y a Ed Banbury.

—¿Qué tal te ha ido el día? —le preguntó Ed—. ¿Qué has hecho además de comprarme este precioso batín? Ya se lo he enseñado a Jeff.

Estaban en la biblioteca.

—Esta mañana he ido a la Buckmaster, he hablado con Nick, que cada vez me cae mejor.

—Es agradable, ¿verdad? —dijo Ed mecánicamente, con su estilo inglés.

—Antes que nada, Ed, ¿hay algún mensaje telefónico para mí? Le di tu número a Heloise, ¿sabes?

—No. Lo he mirado al llegar, hacia las cuatro y media —contestó Ed—. Si quieres llamar a Heloise ahora…

Tom sonrió.

—¿A Casablanca? ¿A estas horas? —Pero Tom estaba un tanto preocupado, pensando que luego vendría Meknés o quizá Marrakech, ciudades interiores que le sugerían visiones de arena, horizontes lejanos, camellos que andaban con soltura mientras los hombres se hundían en una blandura que, en la imaginación de Tom, adquiría los poderes malignos de las arenas movedizas. Tom parpadeó—. La… la llamaré más tarde, esta noche, si te parece bien Ed.

—¡Estás en tu casa! —dijo Ed—. ¿Un gin tonic, Tom?

—Dentro de un minuto, gracias… Hoy he visto a Cynthia. —Tom vio cómo despertaba la atención de Jeff.

—¿Dónde? ¿Y cómo? —Jeff se rió al hacer la última pregunta.

—Me he quedado esperándola a la salida de su oficina —dijo Tom—. Con cierta dificultad, la he convencido para que tomáramos algo en un pub de por allí.

—¿De verdad? —dijo Ed Banbury impresionado.

Tom se sentó en el sillón que Ed le señalaba. Jeff parecía estar cómodo en el sofá ligeramente hundido de Ed.

—No ha cambiado. Sigue siendo bastante desagradable. Pero…

—Ponte cómodo. Tom —le dijo Ed—. Vuelvo en un segundo. —Salió hacia la cocina y volvió efectivamente en un segundo, con un gin tonic, sin hielo y con una rodaja de limón.

Mientras, Jeff le había preguntado:

—¿Crees que se ha casado? —Jeff hablaba en serio, pero parecía darse cuenta de que si Tom le hubiera planteado la pregunta, Cynthia no le habría contestado.

—Me da la sensación de que no. Pero es sólo una sensación —dijo Tom, y aceptó el vaso—. Gracias, Ed… Bueno, me parece que es un problema mío y no vuestro. Ni de la Buckmaster Gallery o de la obra de Derwatt.



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